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Cienfuegos Ilustre

Sitios Patrimoniales

El tesoro de Reina

El tesoro de Reina

Todas las ciudades son conocidas por su cultura, sus tradiciones, su idiosincrasia, pero no pocos se asombran al ver a un turista investigar sobre los cementerios locales, los camposantos donde se recoge gran parte del testimonio histórico de los años precedentes. Afortunadamente en la nuestra no ocurre así.

Cienfuegos, rica ciudad fundada en el siglo XIX cuenta, entre sus tesoros más apreciados la existencia de dos grandes cementerios que han merecido el reconocimiento de patrimonio nacional, nos referimos al Cementerio General (1839) o de Reina, como se le conoce popularmente y al Cementerio Tomás Acea (1926) donado por esta caritativa familia a la comunidad jagüense.

En este día me gustaría aludir al Cementerio de Reina, que en muchas ocasiones resulta el más olvidado, quizás por el desconocimiento de los valores que reúne.

El Cementerio de Reina fue iniciado en 1836, siendo gobernador de la villa de Cienfuegos el Sr. Narciso Arascot. Pronto, por falta de recursos el cabildo municipal abandona la importante obra por falta de recursos y no será hasta 1839 que Carlos Tolrá, al mando del poblado, dé fin a la obra comenzada.

El 27 de junio de 1839 el P. Loreto, primer cura párroco de la naciente población da su bendición solemne al Cementerio General, que obedecía a los criterios más avanzados por aquella época en construcción. Su ubicación estratégica a las afueras de la ciudad permitía que, al fluir los vientos del Sur Sudeste en las cercanías de la costa alejara las impurezas contenidas en el aire. Por otra parte el sistema de enterramientos en nichos (cavidades) verticales, era sin duda alguna revolucionario para la época, pues ya los enterramientos se suprimirían en los templos.

También responde a la importancia de iniciar la construcción de un nuevo Cementerio el hecho que, antes de 1839 el lugar donde eran inhumados los restos mortales de los habitantes de Cienfuegos estaba ubicado en la manzana Santa Cruz- Casales- Santa Isabel- Velazco, por lo cual muy pronto queda dentro de los límites citadinos. Fue de singular importancia para el traslado hacia Reina que en las cercanías del antiguo camposanto existiera una laguna natural, que según sabemos por la obra del historiador cienfueguero Enrique Edo “Memorias de Cienfuegos” inundaba frecuentemente el lugar de reposo de los difuntos.

La nueva obra fue copia del Cementerio Espada, construido alrededor de 1805 en La Habana y del cual, lamentablemente se conservan muy pocos vestigios. Su estructura consistía en un patio rectangular, conformado por paredes de nichos verticales y una capilla, donde se rezaba el oficio y las misas de cuerpo presente.

En Reina, se conservan no sólo las paredes de nichos sino que además se yergue la capilla, financiada y posteriormente remozada por la familia Acea. Prueba de lo anterior es la existencia de bóvedas en el portal del templo pertenecientes a ella. Lamentablemente el paso del tiempo y el descuido fueron implacables con esta construcción, por lo que hoy podemos apreciar una reconstrucción de lo que fue en sus orígenes.

El cementerio cienfueguero es el único en toda la isla que mantiene casi intactas sus paredes de nichos verticales, el sistema de enterramientos del siglo XIX. Allí podemos encontrar verdaderos tesoros en esculturas de alto relieve que los adornan. Los materiales para la confección de las lápidas de éstos son el mármol, el hierro fundido y la pizarra.

El primer nicho data de 1842, allí yació Juan Vives, uno de los fundadores, que acompañó a De Clouet en la aurora de la Villa. En el siglo XIX eran altamente cotizados estos nichos, siendo así que por estos años encontramos los nombres de los opulentos vecinos. Por el contrario, finalizando el último tercio de este siglo y hasta el cierre de los mismos se inhumaron allí los restos de la clase media baja e incluso de obreros.

De inigualable importancia son también las efigies de ángeles que engalanan los panteones y bóvedas de las familias adineradas de la ciudad, que según se observa a inicios de siglo tuvieron la afición de competir en belleza y ostentación.

Un vivo ejemplo de estas bellas piezas estatuarias lo constituye la llamada “Bella Durmiente”, que, según cuenta la tradición fue encargada a Italia por el dueño del Hotel Unión, con ocasión del fallecimiento de su esposa. Sus atributos la han envuelto en una leyenda, pues la imagen representa una bella joven dulcemente dormida, recostada a una cruz, con un ramo de amapolas en su mano derecha, mientras con su siniestra aplasta una serpiente, símbolo de la muerte. Lo más curioso es que en un cementerio italiano se conserva otra “bella durmiente” idéntica a la cienfueguera firmada por Sacomanno, lo que hace suponer que la última sea obra de ese escultor, aunque aun se polemiza en este tema, pues la nuestra es anónima.

De igual modo las rejas que abrazan los panteones de la necrópolis manifiestan el trabajo progresivo en la fundición y forja del metal en nuestra Villa. Las primeras verjas fueron encargadas a La Habana, sin embargo en fechas muy recientes a la instauración del camposanto encontramos ya trabajos de empresarios cienfuegueros como los que están firmados por Clark y su viuda. Estos trabajos, de una singular belleza presentan el gusto refinado de nuestros habitantes. Es curioso observar como las labores de los talleres de fundición de Clark presentan como denominador común un medallón en la puerta de entrada y gruesas líneas alrededor de toda la obra.

Acercarse a la historia de este sitio patrimonial es realmente apasionante. Heredamos de nuestros ancestros una cultura excepcional, debemos valorarla y saber apreciar la importancia de conservar tanta belleza e historia para las generaciones venideras así como hacer llegar a los jóvenes todo el conocimiento que reposa en nuestras bibliotecas y museos. Esta labor corresponde a todos. Tristemente la negligencia, la falta de compromiso y responsabilidad con nuestro pasado ha destruido buena parte de este legado en el Cementerio General. Unámonos por su preservación.